Hace unos meses tuvimos la oportunidad de hacer el catering para el bautizo del libro de una muy querida amiga, Milena Arocha. Su libro, Detrás de la Fachada, entre otras cosas es una oda a la casa de su abuela, a todos esos grandes momentos que ella vivió allí y busca describir de alguna forma las costumbres de esa época, de la época de las tan queridas abuelitas. Cuando nos llaman para preguntarnos por nuestros servicios, nos reunimos con ella, y durante esa reunión tuvimos la oportunidad de escuchar lo que ella quería y el tipo de evento que iba a realizar. Así se nos ocurrió casar nuestros servicios con el motivo del bautizo, con la propuesta de su libro, y decidimos incorporar en el menú esos pasapalos que hoy por hoy consideramos algo pasados de moda, pero que en el fondo los queremos tanto como a nuestras abuelas.
Lo hemos dicho en oportunidades anteriores, somos personas que nos gusta tener la casa llena, que nos gusta agasajar a nuestros invitados, que nos gusta compartir... vamos a sincerarnos, ¿a qué mamá no le gusta que le piropeen el platillo que con tanto amor preparó?… No sé si se identificarán con lo que les voy a contar. Para mi madre, excelente cocinera, los domingos, por lo general significa almuerzo familiar, y alguna excusa siempre encontrábamos para reunirnos en familia; mi tía, otra excelente cocinera pero siempre decía que ella no sabía hacer nada -creemos, hoy por hoy, que era un tema de comodidad-, siempre se le acercaba a mi mamá y con una mirada inquisitiva, le preguntaba cómo había hecho semejante plato; ¡Vamos! Quizá era la veinteava vez que lo comía y mi mamá la veintava vez que le daba el “secreto”, pero siempre formaba parte del tema de conversación. Lo curioso de todo este asunto es que siempre había lápiz y papel de por medio. Pero el motivo de estas líneas no es contarles de mi vida, sino buscar empatía contigo querido lector, que quizá no era con tu mamá y con tu tía, tal vez con una amiga o una vecina, pero todos, hemos estado en esa situación.
Los pasapalos de hace treinta años tenían un encanto muy particular; quizá no eran los más sanos, pero alimentan la nostalgia y quería compartir este tema contigo, porque creo que, como todo, el secreto está en la creatividad y en el buen gusto. Y así como nos tocó rediseñar algunos pasapalos para el bautizo del libro, quiero dejarte en esta entrega algunos tips para que te atrevas a tomar esas recetas secretas de tu mamá y tu abuela, las hagas tuyas, y las conviertas en deliciosos y hermosos bocadillos para ofrecerlos a tus invitados. Sin más preámbulos comienzo…
● Hace un año me regalé un libro hermoso, y altamente recomendado, se llama Tapas Asiáticas, de Christophe Megel y Anton Kilayko. Mi sorpresa al encontrar en las primeras páginas huevitos de codorniz cubiertos de especias me pareció una idea genial, hermosa, fresca y colorida.
● El sanduchón, que confieso no es de mis preferidos, si lo hacemos en un pequeño formato y cuidamos cada uno de los ingredientes del relleno, podemos ofrecer un mini sanduchón. El secreto de esto, o cómo nos funcionó mejor a nosotras a la hora de servirlo, fue hacer un sanduchón en su tamaño original, compramos unos cortadores cuadrados pequeños y ¡listo!, una vez cortados era que se cubrían.
● Sobre las bolitas de carne o queso, tenemos la ventaja que actualmente en el mercado podemos encontrar variedad de pinchos, mucho más lindos que los que estamos acostumbrados a ver en el supermercado, y quizá podríamos acompañar, en el caso de las bolitas de carne con un buñuelo de yuca en el mismo pincho, o podríamos ofrecer las bolitas de queso, con alguna salsa dulce, y en vez de hacerlas con queso duro, hacerlas con queso de cabra.
Esperando que dejes volar tu imaginación y te atrevas a innovar esas recetas secretas de las abuelas y nos cuentes cómo te quedó, me despido de ti hasta la próxima.
Belén Peñaloza Aponte
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